por Roberto Rabello
Publicado en Revista Cambio (Santiago del Estero) N°136
Cuando hace unos
años -allá por los últimos ochenta-, se emprendió la búsqueda de una
metodología efectiva para mejorar la comunicación en los grupos humanos, quizás
los investigadores comprometidos no hayan sido totalmente concientes de estar
creando una escuela de pensamiento, una imprevista corriente que para muchos
iba a significar hasta una nueva forma de vida.
Científicos provenientes
de campos tan diversos como la física quántica, biología, filosofía, psicología y sociología, pero coincidentes en su vocación
humanista, sentido práctico y enfoque
sistémico, desarrollaron una herramienta cognitiva que resultó poderosa.
La idea es bien
simple: aplicar a cualquier persona o equipo la misma lógica que se usa en
deportes y otras disciplinas, que es entrenarnos para jugar mejor, pero en este
caso refiriéndonos a los juegos que cotidianamente nos vinculan con el medio. El
acento se pone en el que más jugamos: conversar.
Las personas
tenemos la particularidad de programarnos creando nuestro lenguaje en conversaciones. Nos construirnos en el
lenguaje; devenimos en un ser diferente con cada cosa que escuchamos, decimos,
y especialmente con aquello que nos
decimos en la más absoluta intimidad.
Alguna página web, esa
revista que hojeamos casualmente o aquella charla ocasional que no nos acordamos
bien de qué se trataba abrió algunas posibilidades y cerró otras ¿podemos ser
concientes de la influencia que tiene en nosotros todo eso que escuchamos o
leemos? Según cuánto comprendemos esa
relación, nos vamos acercando -o no- a nuestra realización.
Sin embargo, lo más importante no es seleccionar qué
escuchamos sino cómo lo escuchamos. Cada
hecho puede ser percibido de innumerables maneras; acomodar nuestra percepción
para que nos deje un aprendizaje es inteligencia en acción.
Aprender a
aprender; reaprender a escuchar. Términos que parecen aplicables a la pedagogía
infantil están modificando el mundo de los adultos, sencillamente porque recién
se están difundiendo con coherencia metodológica.
Para quienes
pasamos por un ciclo de entrenamiento ontológico no es fácil describir la
experiencia o sintetizar qué es lo que aprendimos; no es una serie de
conocimientos teóricos que podamos repetir sino una forma de interpretar que se
ha in-corporado en nosotros, aumentando nuestras posibilidades junto a nuestra
sensación de bienestar.
Alguien que había
contratado a un coach para mejorar su relación con clientes y vender más señala
que logró su objetivo, pero lo que más gratamente lo sorprende es que pudo
armonizar su relación con su mujer y sus hijos.
Alguien cierra su
primer ciclo de entrenamiento diciendo “esto nos los tendrían que haber
enseñado de chiquitos” y a la vez sabe
que no es tarde. Si ahora hay herramientas para el diseño de futuro, accesibles
a cualquiera, este es el momento de usarlas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario