Hagamos economía
Por Roberto Rabello
Economía es la ciencia de la
administración de los recursos escasos; es lógico que sea una de las ramas de
conocimiento que más interese a cualquier persona. Sin embargo, la mayoría la
encuentra aburrida y no pocos la hallan perversa. Comprenderla se hace arduo
¿Qué pasa en la comunicación entre los economistas consagrados como tales y
quienes -a duras penas- manejamos nuestra economía doméstica?
Desde los medios de comunicación más
importantes recibimos un diluvio de juicios infundados o mal fundados que
parece ser el origen de tanto desconcierto. Muchos artículos resultan confusos
por estar sesgados y ocultar los intereses que defienden. En esta distorsión
mediática se suele confundir economía con matemática financiera, que es sólo
uno de sus muchos componentes, referido al estudio del dinero circulante. Así,
se da título de “informes económicos” a
intrincados análisis de mercados con sus predicciones raramente certeras. El
bombardeo permanente de estos informes promueve la especulación y desvía la
atención del camino al bienestar.
Bernardo Kliksberg (1) en sus “Diez
falacias sobre los problemas sociales de América Latina” (2), nos muestra cómo
“la existencia de falacias de extensa circulación que presentan una visión distorsionada
de los problemas sociales de América Latina y de sus causas, y llevan a graves
errores en las políticas adoptadas, es parte misma de los retrocesos y de la
dificultad por mejorar la situación. No ayudan a superar la pobreza y la
desigualdad, y por el contrario con frecuencia las refuerzan estructuralmente.
Estas visiones no son la causa única de los problemas, que tienen profundas
raíces internas y externas, pero oscurecen la búsqueda de las causas, y
pretenden legitimar algunas de ellas. Buscar caminos diferentes exige enfrentar
y superar estas y otras falacias semejantes. Ello aparece en primer lugar como
una exigencia ética.”
En el plano doméstico, la
economía es una cuestión simple, más de orden y sentido común, que de cálculos
complicados. Su manejo requiere principalmente inteligencia emocional, lo que
da una ventaja a las mujeres sobre los hombres. El Banco Greemen –“la banca de
los pobres”- creado en Bangladesh y rápidamente difundido por todo el mundo,
lleva prestados, en micro-créditos accesibles a la gente más necesitada, más de
once billones de dólares, otorgados a más de ocho millones de personas con un
recupero muy superior al de instituciones que prestan a empresas con garantías.
Todo esto con la simple estrategia de planificar
junto a sus clientes y prestar efectivo a la madre de cada familia.
El potencial de las
ciencias económicas bien concebidas y aplicadas es enorme; sin embargo, no
parece atraer tanto a las mayorías su posibilidad como sus efectos: la
cotización del dólar, los vaivenes de algunos precios relativos o la inflación.
La codicia o el miedo nos ponen a merced de estas y otras variables monetarias
hasta pervertir el término: nos acostumbramos a escuchar que “crece la
economía” cuando lo que aumenta es la producción y el consumo -aunque sea a expensas de
patrimonio y recursos esenciales; incluso en detrimento de la salud, el sistema
ecológico o el equilibrio social-.
El discurso
político-corporativo contribuye a desvirtuar esta ciencia cada vez que alguien
nos quiere convencer de que “por razones económicas” se está destruyendo
nuestro hábitat y el de casi todas las especies, se desertifica el suelo, se
contamina el aire o el agua, o se establece desigualdad. Es mentira, lisa y llanamente. La
destrucción de recursos es anti-económica por definición.
La ciencia económica está
al servicio de nuestro bienestar, cuyo precio supera todo cálculo; por lo tanto
es, primero, humana, después, matemática.
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