miércoles, 6 de noviembre de 2013

Economía en su real sentido


Hagamos economía

Por Roberto Rabello

Economía es la ciencia de la administración de los recursos escasos; es lógico que sea una de las ramas de conocimiento que más interese a cualquier persona. Sin embargo, la mayoría la encuentra aburrida y no pocos la hallan perversa. Comprenderla se hace arduo ¿Qué pasa en la comunicación entre los economistas consagrados como tales y quienes -a duras penas- manejamos nuestra economía doméstica?
 

Desde los medios de comunicación más importantes recibimos un diluvio de juicios infundados o mal fundados que parece ser el origen de tanto desconcierto. Muchos artículos resultan confusos por estar sesgados y ocultar los intereses que defienden. En esta distorsión mediática se suele confundir economía con matemática financiera, que es sólo uno de sus muchos componentes, referido al estudio del dinero circulante. Así, se da título de  “informes económicos” a intrincados análisis de mercados con sus predicciones raramente certeras. El bombardeo permanente de estos informes promueve la especulación y desvía la atención del camino al bienestar.

Bernardo Kliksberg (1) en sus “Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina” (2), nos muestra cómo “la existencia de falacias de extensa circulación que presentan una visión distorsionada de los problemas sociales de América Latina y de sus causas, y llevan a graves errores en las políticas adoptadas, es parte misma de los retrocesos y de la dificultad por mejorar la situación. No ayudan a superar la pobreza y la desigualdad, y por el contrario con frecuencia las refuerzan estructuralmente. Estas visiones no son la causa única de los problemas, que tienen profundas raíces internas y externas, pero oscurecen la búsqueda de las causas, y pretenden legitimar algunas de ellas. Buscar caminos diferentes exige enfrentar y superar estas y otras falacias semejantes. Ello aparece en primer lugar como una exigencia ética.”

En el plano doméstico, la economía es una cuestión simple, más de orden y sentido común, que de cálculos complicados. Su manejo requiere principalmente inteligencia emocional, lo que da una ventaja a las mujeres sobre los hombres. El Banco Greemen –“la banca de los pobres”- creado en Bangladesh y rápidamente difundido por todo el mundo, lleva prestados, en micro-créditos accesibles a la gente más necesitada, más de once billones de dólares, otorgados a más de ocho millones de personas con un recupero muy superior al de instituciones que prestan a empresas con garantías. Todo esto con  la simple estrategia de planificar junto  a sus clientes y prestar efectivo  a la madre de cada familia.

El potencial de las ciencias económicas bien concebidas y aplicadas es enorme; sin embargo, no parece atraer tanto a las mayorías su posibilidad como sus efectos: la cotización del dólar, los vaivenes de algunos precios relativos o la inflación. La codicia o el miedo nos ponen a merced de estas y otras variables monetarias hasta pervertir el término: nos acostumbramos a escuchar que “crece la economía” cuando lo que aumenta es la producción  y el consumo -aunque sea a expensas de patrimonio y recursos esenciales; incluso en detrimento de la salud, el sistema ecológico o el equilibrio social-.

El discurso político-corporativo contribuye a desvirtuar esta ciencia cada vez que alguien nos quiere convencer de que “por razones económicas” se está destruyendo nuestro hábitat y el de casi todas las especies, se desertifica el suelo, se contamina el aire o el agua, o se establece  desigualdad. Es mentira, lisa y llanamente. La destrucción de recursos es anti-económica por definición.

La ciencia económica está al servicio de nuestro bienestar, cuyo precio supera todo cálculo; por lo tanto es, primero, humana, después, matemática.


 



 

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