"Puedes vivir sin filosofía, pero peor"
Howard Gardner
Aprendimos a
conversar conversando. Vamos mejorando nuestros intercambios espontáneamente mientras creamos cada momento, cada situación y a nosotros mismos: nuestra identidad se forja en el diálogo.
Toda
conversación nos focaliza, o cambia o dispersa la atención; abre algunas posibilidades y
cierra otras; afianza o diluye -y a veces destruye- relaciones; y esencialmente nos crea. En nuestra mente nos decimos aquello con lo que luego nos sentimos identificados; mientras en lo que compartimos se define nuestra identidad pública.
Nuestra calidad de vida está íntimamente relacionada con la de nuestras
conversaciones. ¿Podemos entrenarnos para mejorarlas? Tradicionalmente este es el campo de la filosofía -específicamente la ontología- y la psicología. Ciertas teorías y métodos son considerados terapéuticos; otros, de aprendizaje; pero no es claro el límite: mejorar el don de la comunicación beneficia tanto a la salud y al bienestar como a la realización personal. Encontrar la manera es el desafío.
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